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Publicado el 13 de febrero 2017

El trágico legado ecológico del modelo neoliberal Chileno: revisitando viejas denuncias

Miguel Altieri, agrónomo chileno, Dr. en Entomología en la Universidad de Florida y actual académico en la Universidad de California, analiza el impacto del modelo neoliberal chileno en los recursos naturales y el medio ambiente en el contexto de los incendios recientemente ocurridos en el país. El análisis fue divulgado en la siguiente declaración:

 


“El trágico legado ecológico del modelo neoliberal Chileno: revisitando viejas denuncias” El tragico legado ecologico del modelo neoliberal Chileno: revisitando viejas denuncias

Miguel A Altieri, Ph.D., Profesor de Agroecologia, Universidad de California, Berkeley.

 

En 1999 junto a mi colega el Dr. Alejandro Rojas Weiner de la Universidad de British Columbia, Canada, escribimos un artículo llamado “La tragedia ecológica del milagro chileno” (Persona y Sociedad (Santiago de Chile) Vol. XIII, No 1, 127-141). En este planteábamos que la fase expansiva de la economía chilena, bajo el modelo neoliberal impuesto por el régimen autoritario iba de la mano con la sobre explotación y deterioro de los recursos naturales y del medio ambiente. Examinando los sectores productivos de agricultura, pesca y forestal alertábamos que estaban sufriendo un impacto ecológico negativo debido “al imperio de un modelo económico claramente depredador, que no sigue la senda del desarrollo sustentable y que merece un minucioso examen desde una perspectiva social, cultural y ecológica”. En este sentido, los recientes incendios en el país, de una magnitud casi apocalíptica, son un caso emblemático del trágico legado ecológico del modelo económico neoliberal impuesto, pero también ponen en evidencia la incapacidad de los gobiernos democráticos para revertir el modelo, permitiendo que se expandan los monocultivos de pinos y eucalyptus (hoy alcanzan casi 3 millones de hectáreas) con muy pocas o débiles normas o mecanismos que los regulen. Ya en 1989, CODEFF (Comité Nacional pro Defensa de la Flora y Fauna) denunciaba la destrucción de 48.592 hectáreas de bosque nativo en las VII y VIII regiones para plantar posteriormente monocultivos de pino insigne y eucalyptus, destinados para exportar chips o astillas, negocio que paso de US$ 31 millones en 1974 a US$ 1.786 millones en 1996. Algunos ecólogos y ambientalistas ya alertaban de las consecuencias ambientales negativas de esta actividad forestal como la deforestación del bosque nativo (en los 90s los bosques nativos que abarcaban cerca de 30 millones de hectáreas, se redujeron a 15 millones de hectáreas) , la degradación y erosión de suelos, disminución de cauces de agua y contaminación del medio ambiente por desechos y emanaciones que resultan de rubros forestales de transformación y el impacto ambiental del uso de plaguicidas y fertilizantes en las plantaciones de rápido crecimiento. Poca o ninguna atención prestaron los gobiernos de turno (que consideran al modelo de desarrollo forestal como un pilar de la economía) ni los dos grupos económicos (Angelini y Matte- que beneficiadas por el D.L. 701 concentran más del 60% de las plantaciones de plantas exóticas y pirrófagas) a la simplificación del paisaje y la alteración del régimen hídrico, que junto al cambio climático que ha intensificado las sequias, se conflagraron para desatar la “tormenta ecológica perfecta” que arraso con casi 600 mil hectáreas (incluyendo vidas humanas, más de 3 mil damnificados, casas, campos, etc) , de las cuales más de 88 mil son de bosques nativo, junto a toda la biodiversidad vegetal, animal y microbiana ahí incluida. No es coincidencia que las zonas más afectadas por los incendios (entre Valparaíso a la región de Los Lagos), son las que han estado expuestas a una gran presión por cambio de uso y cobertura del suelo donde se concentra el 98,7% de las plantaciones forestales de especies exóticas de todo el país. Lo que hace que se propaguen los incendios de forma descontrolada es que las plantaciones están dispuestas de forma muy homogénea, densa y continua, con alta carga combustible y con escasos cortafuegos en el paisaje, además de un suelo bajo las plantaciones más seco, lo que a su vez, favorece más el fuego. Esta expansión forestal -industrial también ha constituido una forma de invasión de territorios mapuche, conllevando a la reducción de sus tierras, e incluso la pérdida de estas. El cercamiento de las comunidades indígenas, producto de la expansión forestal tiene graves consecuencias para el medio ambiente por la desaparición de fuentes de agua, sequías permanentes de los suelos, haciendo cada vez más difícil el ejercicio de la agricultura. No es tampoco coincidencia que la pobreza en el mundo mapuche que vive en los intersticios de las plantaciones es más alta que en la población general, ya sea rural o urbana. A pesar de que el asentamiento forzado de las familias mapuches en reducciones y la colonización del resto de sus tierras convirtió a miles de mapuches en campesinos de tierras marginales, muchos de ellos aun mantienen los usos ancestrales del bosque, incluyendo la leña, los diversos productos de recolección, la recreación y los aspectos espirituales. Al final de nuestro artículo concluimos con dos preguntas: ¿Vale la pena mantener la tasa más alta de crecimiento económico de América Latina, si esto significa sacrificar lo que queda de lo que fueran una vez los más hermosos y abundantes recursos naturales chilenos? , ¿Es acaso aceptable que un estilo ciego de desarrollo consumista continúe propiciando el desmantelamiento de los recursos bióticos sobre los cuales se basa la vida de todos los chilenos?

 

La tragedia reciente que representan los incendios en Chile es una oportunidad para reflexionar sobre estas y otras preguntas y de enfrentar cara a cara las raíces de la crisis ecológica que afecta al país. Chile puede y debe transformar su modelo económico por uno que respete la naturaleza y a la dignidad humana, sobre todo la de los pobres y más vulnerables. Un paso en esta dirección seria incluir urgentemente una racionalidad ecológica en la manera que Chile maneja sus bosques y la agricultura así como el resto de los recursos naturales. El gobierno y el sector privado deberían tomar muy en serio e implementar urgentemente las recomendaciones que ofrecen la Sociedad de Botánica de Chile y la Sociedad de Ecología de Chile junto a otras organizaciones en su comunicado conjunto, sobre la restauración ecológica de los paisajes degradados y sensibles con plantaciones de una alta diversidad de especies nativas de menor inflamabilidad, evitando los monocultivos. La idea es diseñar paisajes más resilientes al cambio climático y al fuego, creando mosaicos heterogéneos de zonas plantadas, zonas de protección con bosques nativos multi-específicos, áreas agrícolas y ciudades cuidando zonas de amortiguación de impactos. Estas y otras acciones claves dependerán, por supuesto, de que se consolide un movimiento ambiental nacional contra-hegemónico en línea con los objetivos de un país que aspire a la equidad socioeconómica y sustentabilidad ecológica. Ya es hora de que todos nos demos cuenta en la segunda década del siglo XXI, que la economía no sostiene a los ecosistemas, sino que al revés, los ecosistemas sostienen a la economía. Sino entendemos esto, es solo cuestión de tiempo para que en Chile se desate otra tragedia ecológica.